El Juego Patológico es un problema de salud reconocido tanto por la Asociación Americana de Psicología como por la Organización Mundial de la Salud. Se trata de un trastorno que ocasiona un gran impacto en el ámbito individual e interpersonal de quien lo sufre y que está estrechamente asociado a otros trastornos psicológicos.
Los estudios indican que se está observando un incremento de la patología del juego (Moreno Mariscal, 2007), dándose cada vez más un inicio en edades tempranas en varios países (Echeburúa et al., 2010). A pesar de que no contamos con estudios detallados que permitan hacer una valoración sobre la prevalencia de este problema de forma global en España, los datos sobre el incremento de la conducta de juego (más aún con la posibilidad del juego online) son alarmantes y van en aumento. Esto sitúa la actualidad de la población española, especialmente de jóvenes y adolescentes, en un riesgo importante de desarrollo del trastorno adictivo.
Ante este panorama, identificar cuáles son los factores relacionados con la conducta de juego se convierte en un elemento fundamental para la prevención y el tratamiento. Diversos estudios confirman la existencia de un conjunto de variables que precipitan la conducta de juego. En este sentido, destacan importantes errores de pensamiento en relación a la actividad de jugar (Fernández-Alba, 2004; Griffiths, 1994; Labrador y Mañoso, 2005), de manera que los estudios señalan que un 97% de las estrategias a las que hacen referencia los jugadores son irracionales y altamente estables (Fernández-Alba et al., 2002; Fortune y Goodie, 2012). Entre estas distorsiones, la “ilusión de control” (creencia de que el resultado depende más de la actuación propia que del azar) es la que se presenta como muy característica de los jugadores patológicos.
Otras variables como la activación fisiológica, generada con la conducta de juego, podrían estar a la base de su desarrollo y mantenimiento (Fernández de la Cruz, 2010; Labrador y Rubio, 2007; Moodie y Finnigan, 2004). La búsqueda de sensaciones, el escape de la ansiedad e incluso determinados patrones disociativos (Carlbring et al., 2012; Dowling, 2009; Jamieson, Mazmanian, Penney, Black, y Nguyen, 2011) han sido otras de las variables asociadas a los antecedentes y mantenedores de la conducta de jugar. Potenciar los estudios centrados en los factores que precipitan la conducta de juego y el mantenimiento de este problema, es un aspecto central para abordar el juego patológico, tanto en su vertiente preventiva como de tratamiento.
Juana Bretón López. Profesora Contratada Doctora Universitat Jaume I