Tras largos años de silencio roto, el fenómeno biopsicosocial del suicidio puede llegar a ser una realidad visible. Incluso adquirir una respuesta adecuada a su magnitud. En 2020, casi 4000 personas se quitaron la vida. Once cada día. Pero muchas más lo intentaron. Eso quizás nunca lo sabremos. Necesitamos de una actuación transversal e integral que contemple la intervención y la respuesta a las personas y a las familias. Un sistema educativo que detecte y canalice los intentos, que apoye a quienes lo han padecido.
El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, en el que están representados el Ministerio de Sanidad y las consejerías de las comunidades y ciudades autónomas, ha dado luz vez al Plan de Acción de Salud Mental hasta 2024, una estrategia aprobada el 11 de mayo, que aborda la prevención, detección precoz y atención a la conducta suicida. En la Estrategia de Salud Mental 2020-2023 ya se contemplaba una línea de atención. Pero, sin duda, una de las primeras iniciativas en este sentido, se gestó en tiempos de la consellera Carmen Montón en la Comunidad Valenciana, cuando se redactó un pionero Plan de la Prevención del Suicidio (2017). Otras comunidades autónomas miran hacia Europa e intentan traer respuestas a este fenómeno que rompe barreras, ideologías y, me atrevería a decir, que también creencias.
Planes estratégicos, códigos de riesgo, líneas de prevención… no son suficientes para luchar ante esta situación. Nos faltan evidencias que manifiesten la verdadera sintomatología de las personas que lo intentan o lo consuman. Quizá, este confinamiento exigido por la pandemia, nos ha desvelado que es una realidad más cercana. Hemos visto que las tres “D” -dolor, desesperanza y desvinculación- están presentes en las personas que lo padecen o lo han sufrido. También sabemos que muchas situaciones o incluso oficios nos llevan a una intervención necesaria. Por ello, determinados colectivos han tenido la valentía de hacer un plan preventivo de asistencia, han puesto en marcha la atención familiar o realizado la “autopsia psicológica” y colaboran con distintas universidades, facilitando incluso un teléfono de atención que va más allá.
En los centros de tratamiento de adicciones –con y sin sustancia- convivimos con esta realidad desde hace años. Las personas que atendemos presentan en un 90% ideación suicida sin planificación, un 20% con planificación y “afortunadamente” solo un 1% presenta suicidio intencional. Con todo esto, es necesario incluir procesos preventivos y elementos de evaluación y de tratamiento en nuestros protocolos para el suicidio asociado a las adicciones.
El 10 de septiembre es el Día internacional para la prevención del suicidio – desde 2003- con el objetivo de concienciar y prevenir esta realidad invisibilizada durante años. Un estigma que se acrecienta con el duelo de un ser querido. Pero también con la “vergüenza” que la sociedad impone a la familia, muchas veces con sus silencios o sus rumores. Hay que dejarles vivir el dolor. Tirar adelante hablándolo, sin culpabilizarse. El diálogo es una herramienta fundamental y así lo reflejan algunos de los programas que trabajan con los “supervivientes”.
Hay que abrir nuevos espacios de diálogo para afrontar esta realidad en todas sus dimensiones. En los planes de salud laboral de las empresas se debe incluir el suicidio. También en la intervención con personas con adicciones. Alcohol, juego y suicidio van de la mano en muchas ocasiones.
Cuando me llegan noticias de que entre 70 u 80 mil personas lo intentan, me hacen pensar en una necesaria reeducación ante un fracaso social. Yo no lo quiero considerar como un derecho individual. Muchas veces, no somos conscientes que esos ángeles de la guarda vestidos de blanco, negro, de calle, que nos cruzamos en hospitales, iglesias, barrios, asociaciones, colegios … siguen existiendo. Son los ángeles de la guarda del siglo XXI pero necesitamos que se pongan en marcha medidas y se evalúen resultados para construir mejores respuestas, que el suicidio entre en la agenda política de las instituciones y, principalmente, desenmascaremos muchos estigmas.