
Una antigua imagen de Sant Antoni Abad impresa en un azulejo recuerda –a quien la encuentra- las raíces de la comunidad terapéutica Los Granados. Su esmalte conserva ese brillo nacarado a pesar de que el tiempo va cuarteando la baldosa que decoró la entrada de la vivienda que se alzaba, hace treinta años, en ese mismo espacio. Bien podría decirse que se trata de un vínculo con el entorno y el pasado rural de la zona en la que está ubicado el centro, rodeado de tierras dedicadas al cultivo de la naranja y flanqueado por el trazado de las ermitas que integran el Caminàs, la vía romana en dirección a Tarraco y un enrejado de acequias que aportan vida.